¡Cuántas veces habremos oído esta expresión! Y las vacaciones de las vacaciones que necesitamos curiosamente es volver a la rutina diaria.
Septiembre es un mes maravilloso para las personas que tomamos el pulso a la ciudad de Barcelona.
Se acaba el calor asfixiante, los extranjeros abandonan la ciudad y empezamos a entrar en la dinámica de siempre, del trabajo, lo que antes nos parecía agobiante rutina, ahora nos parece «maravillosa organización».
¿Necesitamos pequeños momentos de caos para apreciar lo que amamos las estructuras?
Las personas están literalmente felices de volver a trabajar, de que los niños empiecen el cole, de perder de vista al marido durante unas horas al día, de volver a ver a los amores que se dejaron antes de las vacaciones, etc, por lo que se respira un aire distendido en general, sólo que este Septiembre ha comenzado con una noticia que ha tensado un poco los cables del final del verano y ha sido: «LA SUBIDA DEL IVA».
Se puede leer en todas las redes sociales como la gente está crispada con este asunto y lo más peliagudo es que dentro de las mismas familias ya se oyen palabras de alto rango entre hijos y padres. Está abriendo una brecha generacional importante y si ya era increíble escuchar hablar de la generación Nini, los yayo flautas, etc, ahora se escuchan ecos de España Imperial y cosas así, mezcladas con palabras tales como:libertad, derechos… Si antes los indignados plantaban tomates en Plaça Catalunya para sobrevivir, ahora los sin papeles que se han quedado sin sanidad y encima les han subido el precio de la patera, no van a poder hacer ni eso.
Volviendo al tema que nos atañe. Hemos tenido unos años de verdadero bienestar en España, como si de una curva sinusoidal (pongamos de un seno se tratara), estamos retrocediendo o avanzando para llegar casi al punto de partida, la nada, cuando España se encontraba sumida en esa guerra civil y desamparados de toda ayuda externa. Otra vez parece que los puntos de inflexión, dentro de esa curva continua espacio temporal, fueran las puntas de caos que luego permiten volver a asentarnos en unas estructuras que son las que nos dan la estabilidad mental necesaria para sentirnos bien con nosotros mismos. ¿Curva de la felicidad? Mas bien diría yo, que los picos de incertidumbre es lo que nos atemoriza y nos hace sentirnos incómodos, es como ese guisante en nuestro colchón, necesitamos que nos den seguridad, aunque bien es cierto que en países como EEUU se han acostumbrado a cambiar de trabajo como de camisa y lo normal es no durar mucho tiempo dentro de una compañía, cuando aquí la aspiración máxima es ser funcionario y que te hagan fijo.
¿Cuál será el fruto que caiga producto de todos estos cambios?¿Habrá un cambio cultural ya que nuestras mentes se enfocarán y adaptarán en otras direcciones?
SE ENTERÓ QUE CON LA SUBIDA DEL IVA NADIE LE COMPRARIA PARA COMER (TODO TIENE SU LADO POSITIVO 😉
Nessa Weiss
El mapa de Vanesa 